lunes, 24 de enero de 2011

El colmo de la globalización

Hoy he tenido el examen de la asignatura "Información y sociedad" y el profesor en una de las preguntas nos pedía que enumerásemos las ventajas de la globalización, e insistía en que no se hablara de los inconvenientes, que era un tema muy manido y los cuales todos conocemos. Pues bien, como me he quedado con las ganas esta mañana, ahora voy a explicar cuál me parece a mi el colmo de la globalización.

Para mí, el colmo de la globalización es llegar de vacaciones a un sitio turístico y acercarme ilusionada a los puestillos típicos o a las tiendas de recuerdos y encontrarme las mismas pulseras, las mismas cerámicas y las mismas camisetas en Costa da Caparica que en Huelva, en Cádiz o en San Vicente de la Barquera. Vamos, por no decir que también tienen esos objetos en cualquier chino de barrio.

Me parece horroroso. Siempre he sido amante de la artesanía, del objeto singular, del pequeños recuerdo de las costumbres de un sitio o de las habilidades de un modesto creador, pero hoy día cada vez es más complicado adquirir algo característico de los lugares que visito. Casi misión imposible. Y lo que puede parecer una nadería o un capricho tonto, si se piensa bien, es síntoma de algo horroroso que estamos viviendo prácticamente sin darnos cuenta.

La globalización está anulando la singularidad de los sitios. Parecía que se acercaban culturas pero en el fondo no es ya que se acerquen, si no que se está convirtiendo en una sola. Todos iguales, todo el mundo vive de forma similar y lleva los mismos adornos y decora su casa con los mismos recuerdos y en el fondo ha dado igual que pasaran las vacaciones en Galicia o Murcia, se han traído lo mismo.

No sé si llegaremos a convertirnos en los hombres grises que describía Michael Ende en "Momo" o si ya lo somos sin darnos cuenta. Cada vez es más difícil encontrar al "hippie" que tejía sus pulseras mientras cuidaba de su puesto. ¿Qué nos está pasando? ¿Realmente vamos hacia algo bueno?

sábado, 22 de enero de 2011

Gente corriente y diferente

Leyendo los artículos de los blogs de mis compañeros de carrera sobre alergia a alimentos y problemas de peso, me han entrado ganas de contar mi historia al respecto. Soy celíaca, y la verdad es que lo llevo muy bien, y no es porque sea una alegría tener ese problema, pero realmente fue un descanso cuando a los 24 años y después de 2 con continuos problemas de estómago, me dijeran que la solución a mi problema era tan simple como llevar una dieta especial.

Como cuenta mi compañera Isabel, luego te das cuenta que llevar una dieta especial no es tan simple y que te conviertes en un especialista en etiquetados de alimentos. Salir a comer por ahí se convierte en una odisea y determinados sitios están directamente prohibidos. Yo en esos momentos fui consciente de lo difícil que es ser diferente en este mundo. Como digo, mi problema no me parece especialmente grave, lo he asumido bien, pero es cierto que todo lo que nos rodea está diseñado para la "gente perfecta". No me quiero ni imaginar lo que tiene sufrir o las barreras que tiene que superar alguien cojo, un ciego, quien necesite silla de ruedas...

Es algo en lo que normalmente no nos paramos a pensar, en la persona que no puede. La verdad, me parece algo muy duro, y en el día a día nos topamos con gente que no puede alguna cosa, e incluso, nosotros mismos le hemos puesto la barrera para que no pueda.

Cuando veo (incluso en mi misma) esa imposición de barreras me pregunto si no sería necesario que toda la gente corriente a su vez fuera diferente, para que fuéramos cada vez más solidarios, empezando por el día a día, con detalles pequeños que a veces parece que nos cuestan más que apadrinar a un niño o ingresar dinero en un número de cuenta para ayudar a Haití.

Jane Austen

Podría decir que ella es mi escritora favorita, y es con la única creadora con la que me ha sucedido que cuando terminé de leer toda su obra, o al menos la que estaba a mi alcance, sentí una profunda pena de que hubiese muerto y no me dejara nada más con qué deleitarme. Era impotencia, rabia, no sé... un sentimiento inexplicable. Murió joven y vivió como la gente corriente, pero tenía una inteligencia y un talento superior que afortunadamente nos dejó plasmado en sus novelas.

Su obra es bastante conocida ya que casi todas sus novelas han sido llevadas al cine. A mi me han decepcionado todas estas películas, pero este también es un sentimiento corriente para aquel que primero ha leído un libro y luego ve lo que otro ha plasmado. Pero a pesar de que su obra sea conocida, de sus libros se ha dado una imagen totalmente equivocada: ella no escribía novela romántica, si no todo lo contrario. De hecho, en sus obras criticaba ese tipo de literatura, ironizando sobre ellas. Sus heroínas son mujeres fuertes, seguras de sí mismas, que jamás serían víctimas de un desmayo ni cederían a un matrimonio de conveniencia (ambas cosas muy habituales en la época). Supongo que es por esto por lo que las películas no me han gustado. Se han dejado en el tintero lo más importante, la psicología de los personajes, con lo cual uno se pierde mucho de lo que Jane Austen nos está contando en realidad.

En este artículo yo quería compartir un fragmento de una de sus obras de su juventud, de las cuales disponemos de una selección en español llamada “Amor y amistad” y publicada por la editorial Alba (editorial muy recomendable por su maravillosas ediciones, sobre todo de escritores clásicos). Estas obras están llenas de humor absurdo e inteligente que cautiva desde el primer momento. En ellas Jane Austen muestra de forma abierta y sin disimulo esas críticas sociales y de lo romántico que luego se mostrarían en sus novelas de forma más refinada y sutil, en un estilo similar al que luego podemos encontrar en las obras de Enrique Jardiel Poncela (“Amor se escribe sin h”, impresionante obra para todo aquel a quien le guste leer humor inteligente), o en los artículos de Arturo Pérez-Reverte. Ejemplos muy dispares, pero incluso se me ocurre que puedo incluir otros dos del medio televisivo: “Muchachada-Nui” y “Bob Esponja” (soy la chica Clan, ¿qué le voy a hacer?).

Todos ellos tienen en común el parodiar la realidad distorsionándola hasta el absurdo, para hacer la crítica más feroz y a la vez la más cómica. Porque al fin y al cabo las cosas son como son, y hay que afrontarlo, pero si además nos reímos un rato a costa de ello, pues mejor.

A continuación transcribo el fragmento que quiero compartir; me ha costado elegir dónde empezar y terminar, pues la obra completa no tiene desperdicio. La obra se titula “Una colección de cartas”, y es una burla descarada a la actitud de las mujeres en las novelas de la época y a las historias de enredo (lo que hoy serían las telenovelas). En la carta, una dama relata la historia de su vida que otra le ha contado. Subrayo la frase que más me gusta, es el colmo del absurdo y del sinsentido. Brillante.

“- Porque, mi querida Sophia, me casé sin el consentimiento ni el conocimiento de mi padre, el difunto Admirante Annesley. Era por tanto necesario guardar este secreto ante él y ante todo el mundo, hasta que surgiera alguna oportunidad afortunada para revelarlo. Aquella oportunidad, ¡ay!, llegó demasiado pronto y fue la muerte de mi querido Capitán Dashwood. Y perdone estas lágrimas – continuó la Señorita Jane, secándose el llanto -, que brotan por el recuerdo de mi marido, quien, mi querida Sophia, cayó en América peleando por su país, después de una unión felicísima que duró siete años. Mis hijos, dos niños y una niña encantadores, que siempre habían vivido con mi padre y conmigo, pasando ante los ojos de éste y de todo el mundo como los hijos de un hermano (¡aunque yo había sido hija única!), habían sido hasta entonces el consuelo de mi vida.”

Todos y todas

Hoy quiero comentar un párrafo que me encontré un día en un Decreto de la Junta de Extremadura y que me parece que no tiene desperdicio. El Decreto en cuestión es el número 75/2010, por el que “se crea la Sede Electrónica Corporativa, se regulan determinados aspectos relativos a la identificación y autenticación electrónica y se establecen medidas para la copia electrónica de documentos en la Administración de la Comunidad Autónoma de Extremadura” (http://doe.juntaex.es/pdfs/doe/2010/570O/10040081.pdf). Mi intención no es criticar el que el Decreto contenga el párrafo, si no la situación surrealista que vivimos que obliga a incluir aclaraciones de esa naturaleza. Lo transcribo tal cual:

“Finalmente, en los casos en que en el texto del Decreto se utilizan sustantivos de género gramatical masculino aplicado para referirse a diversos posibles sujetos, personas, cargos o puestos de trabajo, debe entenderse que se emplea para designar a individuos de ambos sexos y que se refiere de forma genérica a las dos opciones, englobando los supuestos en los que sus ocupantes sean hombres o mujeres, con estricta igualdad en cuanto a sus efectos jurídicos y sin que dicho uso comporte intención discriminatoria alguna. Esta opción lingüística tiene como única finalidad facilitar la lectura de la norma y lograr una mayor economía en la expresión.”.

Como digo, no critico al legislador, pues el pobre se disculpa de usar el español como siempre se ha hecho, no por ofender a nadie, no, por dios, no, si no simplemente para que se entienda el contenido esencial del Decreto que es lo que realmente importa. Yo creo que ni la genial imaginación de Valle – Inclán hubiera imaginado un esperpento semejante.

Y es que yo lo leo una y otra vez y me parece surrealista que haya que añadir ese párrafo para que cuando digan “los funcionarios de la Junta de Extremadura”, las mujeres nos tengamos que sentir aludidas y en ningún caso vejadas por ello. Vamos, que nos vuelve a explicar, al igual que lo harían nuestros profesores en su momento en el colegio, que el género masculino se utiliza también para designar de forma global a una colectividad. ¿Genial invento, eh? ¡Qué listos eran los antiguos! Así se hacen los textos más comprensibles, si por algo era.

Yo como mujer defiendo la lucha feminista, pero en determinados aspectos no estoy de acuerdo para nada, y mucho menos cuando se dedican esfuerzos a la tontería dejando de lado cuestiones más importantes. Además, cuando uno se mete en el berenjenal de los “todos y todas”, puede que al final no encuentre una salida clara, pues siempre se puede encontrar objeciones a algo. En este sentido, cuando yo recibía cartas del sindicato al que estaba afiliada, me divertía imaginando pegas a su solemne encabezado:

            “Estimado compañero:
              Estimada compañera:”

Claro, siempre puede salir una voz que diga: “¿Y por qué primero el compañero? ¿Es más importante que la compañera?”. Pero también puede salirnos el tiro por la culata si tomamos la opción de poner primero a la compañera: “Pero, ¿qué es esto? Las mujeres primero, ¿no? ¿A quién se le ha ocurrido esta idea machista y decimonónica?”. La única solución que se me ocurre es que el sindicato aclare, al igual que el legislador autonómico, que su opción lingüística a la hora de decidir si primero el compañero o la compañera se debió a que lo echó a pito, pito, gorgorito, y que en ningún momento se pretendió con ello hacer de menos a nadie.

viernes, 14 de enero de 2011

Y... ¿quién está informado?

Después de mi primer artículo me viene a la cabeza esta pregunta porque, en realidad, ¡es tan difícil estar realmente informado de algo! De cualquier acontecimiento en el que no hayamos estado presentes, sólo podemos saber lo que alguien nos quiera contar. En realidad, ni siquiera podemos ser conscientes de todos los matices de un suceso ocurrido en nuestra propia presencia, no manejamos todos los datos ni sabemos qué trascendencia tiene cada acontecimiento para cada persona.

La vez que más me ha impactado el tener consciencia de esto fue al cabo de los años de la apertura de las fronteras dentro de la Unión Europea. Yo en su momento lo viví como un gran logro, una feliz noticia, un avance sin precedentes, y sobre todo viviendo en Badajoz, ciudad en la que estamos muy acostumbrados a ir al extranjero. Nos evitábamos el parar en la frontera, el “¡ya me he olvidado el carnet en casa!”, el contar los kilos de café que habíamos comprado, … En fin, desaparecieron un montón de pequeñas molestias.

Pues pasados los años, un compañero vigilante de seguridad me contaba su historia. Él tenía un trabajo de administrativo en una empresa que se dedicaba a los temas de aduana y similares. Todo le iba viento en popa hasta que, ¡ay!, se abrieron las fronteras. De pronto había mucha gente que sobraba. Fueron miles los puestos de trabajo que se perdieron, entre ellos el suyo. De pronto te ves obligado a empezar de cero, te quedas sin nada, para ti ha sucedido una tragedia.

En su momento en las noticias no creo que nadie hablara de ello, o al menos yo no lo recuerdo. Todo el mundo estaba exultante con la apertura de las fronteras y, si lo dijeron, seguro que fue de forma que el dato no se notara mucho, no era cuestión de ensombrecer la noticia (todos hemos leído algún correo de esos en los que está demostrado que el cerebro pasa por alto sistemáticamente alguna palabra y cosas similares). Y pensándolo ahora, me resulta curioso que viviendo en una ciudad protagonista de la noticia, no fuera consciente de todas las consecuencias que acarreaba, tanto las positivas como las negativas.

Resumiendo, que creo que no solo yo que sólo veo Clan TV (¡qué chuli es no tener publicidad!) estoy desinformada, si no que es muy difícil el poder afirmar “Estoy informado”, ya que sólo podremos saber aquello que quieran que sepamos. A este respecto me han gustado mucho las entradas del blog de un compañero de carrera, cuyo enlace incluyo aquí: http://desinformacionysociedad.blogspot.com/.

Él en su blog reflexiona sobre todo acerca del fenómeno tan curioso que vivimos hoy día: un gran volumen de información disponible y poca capacidad para asumirla. Unos ejemplos muy corrientes de ese fenómeno y que a mi me traen de cabeza son las fotos y la música. Adoro ambas cosas, pero tengo tanto de ellas que no soy capaz ni de saber lo que hay: respecto a la música, al final termino poniendo la radio para que otro decida por mi que canción escuchar, cosa que no he hecho jamás. Y con las fotos... ¡vaya tela con las fotos! Cada vez que conecto la cámara al ordenador... “Descargando imagen 31 de 653” (sin exagerar). Sí, sin exagerar y sin más comentarios.

miércoles, 5 de enero de 2011

Presentación: sinceridad a modo de excusa

¡Hola! No sé por qué pero paso mucha vergüenza teniendo un blog, y eso que yo vergüenza poca, no en vano se pasó mi madre toda la vida diciéndome con muy buen tino “¡Vergüenza sólo tiene que dar robar!”, pero no sé, me da mucho corte, o quizás sea que me parezca presuntuoso por mi parte el ponerme a escribir cosas para que otros las lean, ya que parece que no tengo que decir nada tan interesante como para considerar que los demás deben dedicar un rato de su tiempo a leer lo que yo escribo.

Es por esto por lo que esta primera entrada es un poco una excusa; porque sí, lector, estás en lo cierto: he creado un blog y estoy pidiendo perdón por ello.

Este cuaderno de bitácora nace nada más ni nada menos porque me obligan en una asignatura de la carrera que estoy estudiando. Me quiero presentar porque, al igual que casi todos mis compañeros de aula, no soy una universitaria al uso. Tengo ya 35 añitos, un niño de 7 años y una niña de 4, estoy separada, trabajo,... En fin, que soy como la gran mayoría de las mujeres de mi edad (supongo, tampoco he hecho un sondeo para afirmar esto), que ya sólo mezclando niños y trabajo el resultado es explosivo, en el sentido de que apenas tengo tiempo de nada. Mis hijos absorben la mayoría de mi tiempo, por no decir todo, y la verdad es que yo me someto a esa tiranía encantada, porque los adoro y porque pienso que esta época que estoy viviendo ahora es irrepetible y que debo disfrutarla a tope. De aquí a nada mis niños querrán ser más independientes de mi (afortunadamente, sobre todo para ellos) y sé que en ese momento añoraré los tiempos en los que eran dos “pelotillas”, como me gusta llamarlos cariñosamente.

Con todo esto a donde voy a parar es que soy de esas personas que hacen que Clan TV sea el canal temático más visto en España. Nunca me interesó demasiado la tele y ahora lo poco que se pone en casa es para que se entretengan un rato mis hijos. Si le sumamos a eso que nunca me gustaron los telediarios porque me entristezco demasiado, interiorizo de forma excesiva las malas noticias, pues da como resultado que me enteré un mes y pico después de que sucediera, que un volcán en Islandia había entrado en erupción. Vamos, que yo no es que esté desinformada, es que estoy totalmente fuera de toda onda, lo cual no me enorgullece para nada.

Tampoco me queda tiempo apenas para leer (¡Ja!, para leer dice, ni casi para dormir las horas necesarias), ni enredar por Internet... prácticamente para nada, así que no puedo ser la persona que tenga un blog con contenidos interesantes, o al menos interesantes en el contexto de la asignatura en la que me lo piden (Información y sociedad).

En fin, de todas maneras aquí está. Lo he llamado “Gente corriente” porque, por los motivos expuestos, creo que no puedo hablar de nada más que no sean los problemas habituales de cualquiera de nosotros, y a un nivel muy básico, probablemente inferior al de cualquiera de vosotros. Saludos.